En la Antigua Grecia, un témenos era un terreno delimitado y consagrado a un dios, excluido de usos seculares. Muchos santuarios pequeños consistían sencillamente en un témenos con un altar y sin templo. Casi siempre había que someterse a una purificación antes de poder penetrar en él.
El concepto de témenos surgió en las culturas clásicas mediterráneas como un espacio reservado para la adoración de los dioses. Algunos autores lo han utilizado aplicado a un bosque sagrado, aislado del espacio de la vida cotidiana, mientras que otros lo aplican a zonas de santuarios urbanos.
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